martes, 2 de agosto de 2011

Permiso.

Ahora culpan a la tortuga por su perspicacia. Por apurarse a llegar mientras la liebre dormía. Lo que la liebre no sabe, es que la tortuga, lenta y segura, guardaba su sueño, la vigilaba y le susurraba al viento.
En su vanidad la liebre no supo ver más que las ganancias y sus ventajas.

Hoy decido amarte, como solo yo sé que lo hice. Que las blasfemias reboten contra tu crueldad. Sólo vos sabés la verdad de la historia, aunque te tomes el trabajo de redecorarla con atavíos que desmejoren la realidad cierta y beneficien tu posición. Sólo vos sabés del para que de las cosas, y los sacrificios en el altar de tus pies. Sólo vos sabés, quien fue el condenado y el juez. Vos sabés que quizás otra en mi lugar no conocería el perdón,sino el rencor. Y te amé con la ternura que se tiene al entrar al terreno de la compasión, compadeciendome de tus errores y desvíos, compadeciendome de mí, que soy tu error.
Tu error de cálculo, siempre cero a la izquierda, de más, decorando tu stand de premios para tu inseguridad. Para siempre mirar a este cuadro desteñido que tienes sobre mí, y acordarte de que quizás por esa vez en tu vida, tuviste el control y Poder de la situación. Sólo por esa vez, viviste consciente del autoengaño que ejercías sobre vos, siempre creyendo tener el poder, pero sumida a tu ignorancia espiritual, siempre buscando  y creando debilidades en el otro, para poder sentirte un poco más fuerte.
Lamento decirte amor, que lo lograste. Lograste que tocara fondo, que me perdiera y encontrara todas mis debilidades y errores, que me hundiera en los grumos en destino. Hirviendo mi cien de desgracia.
Lástima de vos que lo lograste, porque yo me recuperé, pero vos...vos!! No vas a poder recuperarte de tus hechos.
Y aún peor de lo que NO has hecho.
Te amo, y decidí hacerlo a consciencia. No sirve engañarse más, pensando que podré olvidarte, superar este momento de amor confabulado contra mi inocencia. No, no puedo. Y sí, Te amo, aunque no tendría, ni deba y aunque nunca me hayas dado razones.
Si te amé fue por lo mínimo bueno que vi en vos, que para mí fue inmenso, Todo.
Y si te amo, es por que tengo la esperanza. De que?. No sé.
Pero no me gustan las esperanzas. Me gusta más la voluntad.
Te amo aunque no le convenga a mi salud mental, ni mucho menos emocional. Pero será mi combustible.
Permiteme usar ese amor, permiteme usarte. A diferencia tuya, te pido permiso... y es para una buena causa.
Permiteme usarte como combustible de mí vida, siempre me impulsa a seguir el dolor.
Y seguí contandoles a todos la historia de como te hice sufrir, de como te engañe, de como te use, de como te creí y de como caí, para recaer nuevamente. Patear a alguien mientras está en el suelo, no es de buen perdedor. Por que no veo las ganancias.
Y simplemente, seguí contandoles mentiras que encubran tu causa, y me hagan parecer la culpable, a fin de cuentas.... es lo que querríamos todos.
Ser yo, la culpable de todo. Y que vos, seas la inocente.

jueves, 28 de julio de 2011

Ambiguedad

Ayer nomás...
Ayer nomás te despedías de mi, con tu ternura camuflada entre tu vanidosa voz. O era al revés?.
Ya ni recuerdo la última vez que un sacrificio cayó al altar de nuestra exposición de amor. Y sinceramente, es que amo tu manera de ser, excepto cuando demostrás solamente egoísmo puro, pero de manifestaciones tan sublimes y dulces que ni se nota. O no quiero notarlo.
Quisiera estar en deuda con vos. Sentirme que los errores me pesan y que tendría que arreglarlos de alguna manera, pero creo que es al revés. Morosa, y más aún con los intereses del tiempo, que me olvido de tener en cuenta.
La confianza tiene fecha de vencimiento, que no concuerda con la del amor, jamás expuesta.
Amo, (o eso creo) lo bueno. Y sin embargo, no creo que seas tan buena para mí. Lo cuál no explica que no te ame. Sino que estoy faltando a uno de mis principios. Y sinceramente, esa falsedad, ambiguedad, no puede contrarestarse al paso del tiempo, sino más bien guarecerse en la cruda y tiesa realidad innamovible de que te amo, a pesar de los daños.
Quizás el ser humano siempre tiene envidia de aquellos quienes tienen lo que uno carece. Endiviamos los amores de novelas, e instantánea venganza nos recayó. Envidiamos la libertad, y se me fue quitada. A cambio de tu sensatez entre la consciencia noctura, entre bailes y caras desconocidas para los ojos de tu alma. Aquella desfachatez, te llevó lejos de mí un tiempo. Hasta que mi libertad regresó amoratada y te dije:
No te creo.
Cuando en realidad, no creo en tu voz, no creo en la mayoría de las cosas que haces.Peeero, tengo que confesar...

Que amo tu naturaleza, tus gestos, tu inquietud, tus muecas, tu perfil, tu perfume, tus sueños, la suavidad de tu piel, que por más que intentes que asemeje a la aspereza de una roca del desierto, seguirá siendo suave como la espuma del mar. Y amo, sobre todas las cosas, esa infinidad pequeña que escondes dentro tuyo, que muy pocas veces mostras.... porque muy pocas veces dejas de ser vos, para ser lo que sos. O quizás...
Yo sea la confundida.

martes, 28 de junio de 2011


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No te olvidé.

Leer.  Me gusta leer te dije, hace un par de años. Y hoy cuando te vuelvo a encontrar, te vuelvo a decir que me gusta leer, pero ésta vez, entre líneas.
Muchas cosas cambiaron. Sobre todo, muchos vicios. No soy la misma que antes. Porque soy igual que ayer. 
Amandote, siempre sometida a esa maldita manía de jugarme por el vicio más dulce, que el tabaco: fumar tu sinceridad contrariada siempre por tu vanidad. 

Y así fue como NO te olvidé. 
Recordando cada noche que debía borrar de mil canciones las analogías, la intertextualidad de mis gestos, palabras, actos fallidos, que me recordaban a vos. Las remembranzas de mi presente, son puros vestigios en harapos, de un ayer siempre rengo que viene con una pata de palo, pirata, a querer robar los tesoros escondidos de por ahí. 
Sustento. Necesito sustento, para sobrevivir de tus juegos. Y a veces, no hace falta aprender las reglas, sino, saber como romperlas, cuando vos las ponés bien puestas. 

Arrugo las sábanas, muerdo almohadas,  y suspiro caracoles huídos, son sólo caparazones, que andan mas lentos, que la imaginación hoy, con televisión a color. 

Y así, cómo.

Algún par de veces, pensé en beberme en un atracón, tu boca, y después pensar que podría algún día dejarla ir. El enamoramiento pasa y las parejas se abandonan, cómo se desprecia un juguete soñado, o se borra la tiza del tejo.
Pero pronto (no me costó demasiado) darme cuenta que no somos tiza, que aunque así lo fueramos, ni la lágrima más gorda, densa y concentrada de su sal más secante, podría borrar del suelo, los pasos que saltando entre números, dejaste al jugar. Jugar, eso te gustaba mucho, y a mi no tanto. Diferíamos un poco, en cuánto a las reglas, pero mientras te viera saltar, siempre interrumpiendo el recorrido de los rayos del sol que querían calcinar el suelo, yo soportaría cualquiera de tus medidas.
Y saltabas y tu pelo flotaba, se desvanecía y adquiría formas graciosas desafiando ala gravedad, y azotaba al aire calmo, estanco y lo mantenía con un dejo de tu perfume, siempre igual. Siempre dañino, hoy.
Sonreías, y es tan tierno, porque ese dientecito pequeño que tenés a los costados, siempre hacía parecerte más chiquita, y te retocaba de ternura. Una ternura un tanto, ambigua, porque a veces lastimaba tanto, mirarte.
Tenías piernas largas. Creo que las seguís teniendo. Ya no tengo ni el tiempo, ni la oportunidad, de medirlas con mis besos, o con caricias, o con tan sólo caminar a tu lado y comprobar que aún me cuesta seguirte el paso. Dos de los míos, serán uno de los tuyos. Y ese es nuestro problema de siempre...

Que no somos exactas, cómo las matemáticas.

Te conocí.

Yo no buscaba nada.
La turbulencia no me dejaba pensar si quiera en que búsqueda emprendería esta vez. Sólo quería aterrizar en algún lugar donde la incertidumbre no atacará mi pensamiento, y de pronto, con tus rizos filosos, posaste tu cabeza en mi hombro en noches interminables donde dormir era un castigo para mi ansiedad. No quería perderme ni un momento de vos, y escuchaba una y otra vez aquella canción que TAN bien definía lo que sentía cuando en mi pecho descansabas:

I don´t wanna close my eyes. I dont wanna fall asleep, cause I miss you baby, and I dont wanna miss a thing.

No, no quiero perderme de nada. No quiero. Porque es tan sagrado ese momento, que prefiero ese insomnio de saberme despierta para contemplar el edén de tus párpados sentados en el diván de tus retinas, que la paz maniatada de dormir, luciendo mi más absoluta ignorancia al dejar escaparte, princesa dormida.
No, no soy un príncipe. Soy otra princesa que te buscó, sin buscarte y te encontró sin saberlo.
Y mi respiración a veces inconstante, demostraba mi nerviosismo por mantenerme quieta, y no despavilarte.
Es tan lindo verte dormir.
Besarte al costado de tu boca como un picaflor que hermosamente erró al centro de la flor.
Cómo un soplo que esquivo la amapola.
Como una abrazo que encajó mal pero terminó sintiendose perfecto.
Así, es como me gusta verte. Plácida, en un descanso pálido, tostado de luna, y platinado del brillo que te rodea, mujer...por el simple hecho de existir.

Fue.

Tu color favorito es el verde!. Quién lo iba a decir?. El mío también.
Jugamos a las escondidas un par de veces, más veces que las que podrías contar a un millón sin equivocarte o perder la cuenta. Sin que te aburrás. 
Y es que nos gustaban los problemas, nos hacían sentir que vivíamos nuestra propia novela. No queremos que la tele piense por nosotras. 
Y estabamos en pasadizos de besos, de sostenes y ropa interior regada por la habitación, por abrazos clandestinos y besos susurrados a la lejanía, siempre en constante contrabando, deseando y en analogía a las orillas de un río que se unen, por debajo, nos rozabamos las mejillas sonrojadas por el placer de querernos, sin que nadie lo sepa, y mucho menos, LO ENTIENDA. 


Te dije que te amaba y silenciaste al mismo silencio. Y se intimidó por tu seriedad. Creo que esos segundos que tardaste son los mismos que toman venganza hoy, y se interponen entre los te amo, que no vamos a volver a decir nunca más, frente a frente, inocentemente, sin haber sufrido el holocausto. 


Te dije que te amaba y eramos jóvenes, sumidas en el júbilo de lo conocido, viviendo un sueño, que se convertiría después.... en la peor de las pesadillas. 

Y así.

La peor pesadilla es ese momento de transición cuando estás aceptando que sí, la amás.
Despavilás tu orgullo con un recuerdo precario, apenas titilante y reconstruido, del último beso, que claramente remueve tu estómago con soplidos de cosquillas, y te picotean la cabeza las ardillas del temor.
La amás. No hay vuelta atrás. Una vez que lo admitiste, empieza el viaje.

El viaje.