martes, 28 de junio de 2011

Te conocí.

Yo no buscaba nada.
La turbulencia no me dejaba pensar si quiera en que búsqueda emprendería esta vez. Sólo quería aterrizar en algún lugar donde la incertidumbre no atacará mi pensamiento, y de pronto, con tus rizos filosos, posaste tu cabeza en mi hombro en noches interminables donde dormir era un castigo para mi ansiedad. No quería perderme ni un momento de vos, y escuchaba una y otra vez aquella canción que TAN bien definía lo que sentía cuando en mi pecho descansabas:

I don´t wanna close my eyes. I dont wanna fall asleep, cause I miss you baby, and I dont wanna miss a thing.

No, no quiero perderme de nada. No quiero. Porque es tan sagrado ese momento, que prefiero ese insomnio de saberme despierta para contemplar el edén de tus párpados sentados en el diván de tus retinas, que la paz maniatada de dormir, luciendo mi más absoluta ignorancia al dejar escaparte, princesa dormida.
No, no soy un príncipe. Soy otra princesa que te buscó, sin buscarte y te encontró sin saberlo.
Y mi respiración a veces inconstante, demostraba mi nerviosismo por mantenerme quieta, y no despavilarte.
Es tan lindo verte dormir.
Besarte al costado de tu boca como un picaflor que hermosamente erró al centro de la flor.
Cómo un soplo que esquivo la amapola.
Como una abrazo que encajó mal pero terminó sintiendose perfecto.
Así, es como me gusta verte. Plácida, en un descanso pálido, tostado de luna, y platinado del brillo que te rodea, mujer...por el simple hecho de existir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario