La peor pesadilla es ese momento de transición cuando estás aceptando que sí, la amás.
Despavilás tu orgullo con un recuerdo precario, apenas titilante y reconstruido, del último beso, que claramente remueve tu estómago con soplidos de cosquillas, y te picotean la cabeza las ardillas del temor.
La amás. No hay vuelta atrás. Una vez que lo admitiste, empieza el viaje.
El viaje.
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